berlingeri por Pablo Thiago Rocca / 2005
Tomando como guía inicial un boceto dibujado en papel, Gabriela Berlingeri comienza estirando finos hilos sobre tablas de madera compensada para enseguida añadir elementos de fuerte énfasis textural. Es una cartografía que se sirve de la gravedad para sus espesores y adherencias pero que al proyectarse verticalmente genera nuevas relaciones con el plano: el mapa se transforma en ventana. Las tramas abiertas de las gasas y arpilleras o las más cerradas de las entretelas se combinan con diferentes granos de arena, mármol, granito, ceniza, ladrillo y carbón, en una paleta cálida y terrestre. A diferencia de los típicos trabajos del informalismo matérico de los años 50’ y 60’, estos sedimentos están ceñidos a un orden geométrico que impera en el cuadro con cierta calma poética. En algunas obras (Estratos, RGB, Peldaños) la escala tonal invoca a la escala espacial y sugiere una lógica de perspectivas facetadas. La mirada se eleva siguiendo una progresión de horizontes y planos inclinados que parecieran iniciarse allende el cuadro, como ángulos de grandes figuras geométricas (cuadrados, rectángulos, trapecios) que pudieran quedar “atrapados” dentro de la composición según esta proyección imaginaria. En otras obras, los colores ferruginosos y sanguíneos (Poseidón) o los neblinosos y cenizas (Naves) acompañan la insinuación del tránsito marítimo, sugiriendo leves fundidos y lentas marchas de buques entrando y saliendo del puerto. Próximas al centro de todas las composiciones hay esgrafiadas unas figuras diminutas y solitarias, imperceptibles para el observador apurado. La presencia humana transforma el área que la circunda en una inmensidad, al modo de los personajes de Piranesi extraviados en la vastedad de las ruinas romanas. Hay un acento decididamente lúdico en esta inclusión, pues también, en otro sentido, la pintura es pensada como un ámbito donde el artista puede esconderse.
La naturaleza de esa estructura y de los ritmos a ella asociados, así como al carácter de sus texturas oscilan entre un orden arquitectónico, rectilíneo y la alusión al mundo natural.
En el primer caso, el orden geométrico está basado en estructuras que hacen recordar el repertorio del cubismo analítico. Las tensiones entre las formas y tamaños de las superficies en que se dividen sus obras revelan un sutil manejo de las proporciones. Así pequeños rectángulos, números o puntos contrastan con las áreas donde se instalan. Se constituyen en “accidentes” o condensaciones de la forma.
La arena, la marmolina, el polvo de ladrillos, al ser adheridos al soporte mantienen muchas veces su coloración natural y en su dureza se asocian a la imagen arquitectónica del cuadro.
Otras veces, la geometría de sus obras se “ablanda” buscando aludir, como dijimos, al mundo natural (el agua, los árboles, el cielo...).
La opción por las curvas nace de una empatía con los ritmos de los fluidos. Lo sólido deja paso a una sintonía con lo líquido o a lo aéreo. Incorpora además diferentes telas, las que en su “blandura” apoyan estas opciones rítmicas.
Por un lado una geometría de “borde duro” convive con un planteo sensibilizador de la superficie. Por otro una geometría sensible, curvilínea, la aleja del cubismo analítico y la acerca a otros planteos del Siglo XX como los de Paul Klee. De todos modos, en estos casos, su texturalismo se opone a la levedad de la acuarela, técnica a la que apela en muchas de sus pinturas el genial pintor suizo.
En esa oscilación, en esas dos vertientes, se percibe un sentido del tono, de la geometría y del ritmo cuya fuente es más cercana. Torres García, en nuestro medio fue un abanderado de esas premisas. Aunque esos dos caminos mencionados, no se parezcan externamente a la pintura del maestro uruguayo, los hilos conductores que nacen de ella posibilitan el acceso maduro a los mismos.
berlingeri por Cléver Lara/ 2004
Los trabajos de Gabriela Berlingeri surgen de la alianza entre una fuerte estructuración compositiva y un enriquecimiento textural de la superficie pictórica.